Renacer 11 | Año 3 | Noviembre 2011 | Testimonios
En abril de este año tomé una decisión que nunca imaginé para mi vida: pedir ayuda en A.A.
Definitivamente, cada día me convenzo más de que un Poder Superior que para mí es Dios, me puso en el camino correcto que es mi grupo. Fue fácil y rápido contactarme con ellos, cuando llegué, un compañero me esperaba para explicarme el programa, yo no sabía absolutamente nada de A.A., lo único que tenía claro era que últimamente bebía demasiado.
Entré a la reunión, eran 15 hombres y una mujer, pensé en irme pero decidí probar y me quedé. Reconozco que llegué herida, humillada, avergonzada. Soy mujer, casada, con 2 hijos y es difícil y discriminatorio pararse frente a un grupo en donde la mayoría son hombres, y reconocer que “soy alcohólica”.
Para ser sincera pensé que duraría como máximo dos semanas en las reuniones, ha pasado el tiempo y estoy feliz de pertenecer a mi grupo Fraternidad.
En varias oportunidades me pregunté por qué me gustaba tanto sentir esa sensación de evasión que me producía el alcohol, nunca hice escándalos, ni tomaba en bares con amigas, lo hacía sola en mi casa cuando todos dormían, nunca me despreocupé de mi familia ni de mi hogar, todo siempre estaba en orden y nada faltaba, mi familia nunca se quejó de mí en ese aspecto.
En lo que respecta al alcohol, era más bien delicada, no bebía cualquier trago, ni vino ni cerveza, me gustaban los tragos dulces y moría por el champagne, no concebía una fiesta de fin de año o de cualquier tipo sin una enorme botella de champagne, ¡la más grande!, y para mí sola, esa me la aseguraba con anticipación, pero como hace mucho ruido al descorcharla no podía tomarla todo el tiempo, así es que me conformaba con otros tragos dulces.
En mi familia soy la excepción a la regla, crecí en un ambiente normal, nunca pasé necesidades, estuve en un buen colegio y luego entré a la universidad, no puedo echarle la culpa al ambiente en el que me desarrollé, simplemente soy la oveja negra de mi familia.
Empecé a beber hace algunos años en forma gradual, pero desde hace 2 años aproximadamente esto se acentuó, y desde Noviembre del año pasado a Marzo de este año lo hice en forma permanente. El alcohol me producía una sensación de bienestar, podía evadirme de todo lo que me causaba grandes dolores, tristeza, amargura, sobre todo la terrible y dura enfermedad de uno de mis hijos a quién amo profundamente, comencé a beber en forma descontrolada y eso terminó con mi dignidad.
En una oportunidad, en una reunión de mi hijo mayor, bebí más de la cuenta y él criticó mi comportamiento delante de sus amigos, reconozco que me sentí humillada y avergonzada, a solas lloré largamente y juré no beber más, pero me duró un tiempo y luego volví a hacerlo. Nunca bebí al punto de no saber de mi vida ni que se me borrara la película, por tal motivo me costó reconocer mi alcoholismo, pensaba que para serlo, una persona tenía que estar tirada en la calle, bebiendo en bares o peleando en riñas callejeras, eso a mí no me ocurría, luego al entrar a A.A.me di cuenta que estaba enferma y que era para siempre.
Pensé en más de una oportunidad quitarme la vida junto a uno de mis hijos, para evitar el sufrimiento y terminar con el dolor que esta enfermedad le estaba causando permanentemente a mi familia, nunca logré hacerlo, no tuve el suficiente valor y le agradezco a Dios pues Él iluminó mi camino, pero seguí bebiendo tragos más fuertes y en forma diaria. Mi marido y mis hijos me pidieron en varias oportunidades que dejara de hacerlo, nunca lo logré ni quería hacerlo, me fascinaba la sensación que me producía el alcohol, me gustaba estar ebria, creo que todas las noches de Enero a Marzo de este año, las pasé borracha.
A.A. no es sólo un programa para dejar de beber por 24 horas, nos enseña una vida espiritual plena, nos guía para mejorar nuestros defectos de carácter que nos impiden crecer emocionalmente, nos orienta a vivir en sobriedad a través de un crecimiento emocional que nos permite alcanzar la madurez, nos direcciona par a ser responsables con nuestras familias y con nosotros, hace de nosotros seres útiles y felices de llevar el mensaje a otros alcohólicos que están sufriendo, igual como nosotros sufrimos alguna vez.
Por tal motivo es muy importante que asista a las reuniones de mi grupo, hacer servicio y seguir los 36 principios que significan un cambio total en mí, y para tener una nueva vida alejada del alcohol.
Me pregunté muchas veces en el último tiempo, cómo sería pasar una velada familiar sin alcohol, lo creía imposible, pensé que no lo lograría, pero se puede y es agradable y reconfortante estar sobria sin hacer el ridículo, ver a mis seres queridos en especial a mis hijos felices y orgullosos porque la mamá no bebe y está bien. Y como Dios nunca me ha soltado de su mano, mi hijo está recuperado y eso me hace sentir plena y agradecida.
Agradezco a cada uno de mis queridos compañeros por su apoyo y el cariño que me han brindado, siempre han estado dispuestos a escucharme, darme fuerzas y contenerme en momentos de tristeza y debilidad que algunas veces tuve Como dice el Paso 3 “Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos”. Eso es lo que hice desde el momento que entré a A.A.
Gracias y Felices 24 horas para todos.
Mauge.
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