Renacer 14 | Año 4 | Agosto 2012 | Testimonios
LA EXPERIENCIA ES APRENDIZAJE,
ES LA FORMA CÓMO NOS IDENTIFICAMOS CON NUESTRA VIVENCIA
Llegar a esta comunidad, para mí,
no fue tan sencillo; tal vez para ninguno. ¿Quién quiere exponerse al estigma
que esto significa? Sin embargo, ha sido una fortaleza.
Al llegar a A.A. tenía la certera
convicción de que este problema era algo momentáneo; no cabía en mi cabeza que
estuviese aquejado de alcoholismo. Esta
condición no era mi afección, mi enfermedad radicaba sólo en simples crisis de
pánico: enfermedad que se desencadena por
el excesivo consumo de sustancias, que no es la única causa, y donde todas se
relacionan a fuertes episodios de estrés. Para mí cabían todas las otras
posibilidades, menos el alcoholismo.
Pasé un periodo consultando una
Psiquiatra, enseguida me diagnosticó el problema con la bebida; en este tiempo
me recomendó asistir a grupos de autoayuda, hacerme a la idea de dejar de
beber. Me consultó si era capaz de parar por mi cuenta, o si era posible que necesitara Antabus; yo podía
parar, mi mente lo soportaría por un tiempo.
Dentro de la terapia y de las
conversaciones con la Psiquiatra, van surgiendo situaciones de las que un
alcohólico se sirve para disfrazar la realidad, y que te habilitan para beber.
A los 6 meses bebí y continúe asistiendo a terapia, fue una prueba; me acuerdo
que no me gustó y que bebí muy poco ese día, sentía todo fuerte y hasta el vino
lo encontré desconocido. Esto me dio confianza, pues me decía que había logrado
sanarme.
Volví a mi senda – menos frecuente
– pero en progresivo aumento, mejorando el gusto y con distancia; las resacas eran
más intensas cada vez. Fui en busca de nuevos horizontes a Buenos Aires, continuando
mi tratamiento en esa ciudad. La otra doctora no se alborotó que bebiera, pues
preguntó si lo estaba controlando: esa era mi gran mentira. El siguiente mes
asistí a control, donde no estaba la Psiquiatra y en su lugar estaba otro
médico; este me las cantó claritas.
Regresé a Santiago porque las
cosas no salieron como preveía, para qué mencionar los episodios que me demostraban
que no estaba como pensaba. Retomé mi terapia, pensé que ella me devolvería
algún día el juicio.
Salieron más borracheras; choqué
el auto – afortunadamente sin daños a terceros –, me sacaron de ahí. La Psiquiatra
no me quiso atender más, no quiso ser responsable de lo que ocurriera conmigo.
Hoy agradezco su honesta
decisión, pues me impulsó a buscar ayuda y a hacer caso. En total abandono,
aunque con soberbia, llegué a este grupo de Fraternidad que me acogió.
Aquí aprendí de esta enfermedad – física y
mental –, donde la derrota total es el único camino; me percaté de que mi
voluntad no sirvió hasta que la puse a favor del alguien superior; sólo ahí
comencé a caminar, es todo o nada.
Este camino me ha hecho recuperar mis valores,
la dignidad. Hoy llevo un año nueve
meses sin beber y prácticamente la obsesión ha desaparecido, creo tener mejor
juicio y lo que espero es no darme de
alta.
Wladimir S.
Grupo Fraternidad
0 comentarios:
Publicar un comentario